El Fin del Disco Compacto (o las nuevas generaciones con oído atrofiado).

Enrique Ibarra, Marzo de 2010.


Cada día compramos menos discos en tiendas y también a la piratería. Lo común es “bajar” de internet el nuevo “disco” de equis artista. Para muchos, el disco compacto significa un estorbo puesto que al tener uno a la mano lo usual es convertirlo en mp3 y después simplemente se guarda. Ciertamente, ya no es práctico estar cargando discos. Por ello, el cd como medio de almacenamiento finaliza su ciclo de utilidad práctica. Lo importante ahora es: cómo trasladar la integridad de los archivos de audio, siendo el mp3 y otros formatos de compresión digital una solución inapropiada para contener y reproducir nuestra preciada música.

Los algoritmos de compresión digital de audio responden a la exigencia viciosa de almacenar la mayor cantidad de información en los medios existentes. La organización alemana Fraunhofer desarrolló el codificador mp3 que sirve para reducir el tamaño de los archivos de audio del disco compacto por un factor de 10 mediante modelos psico-acústicos que excluyen las frecuencias menos relevantes localizadas a los extremos del espectro audible. Este proceso tiene como consecuencia la degradación sónica del material musical en beneficio de una reducción del volumen de datos. Para el caso de la última generación de codificadores alac y flac el factor de compresión es de 2.

El primer codificador y reproductor de mp3 fue deslizado gratuitamente para los usuarios de pc en 1995 e inmediatamente obtuvo notoriedad convirtiéndose en el estándar que hasta ahora hemos sido condicionados a utilizar. La idea de perturbar la calidad del audio contenida en los cd´s en favor de optimizar espacio y flujo de datos supone cierta justificación en términos de las limitaciones tecnológicas existentes hace 15 años, cuando la capacidad de almacenamiento en las mejores computadoras caseras era de 500MB y el internet operaba por medio de líneas telefónicas. En contraste, la capacidad de disco duro de las computadoras domésticas actuales se encuentra en el orden de Terabytes y la velocidad de transferencia de datos promedio en internet es de 4 Mbits/s. Estas concesiones técnicas descartan la necesidad de seguir utilizando el formato mp3 para comprimir archivos de audio por insuficiencia de espacio y transmisión de datos.

Contrario a lo anterior, cada día se promueven más los formatos comprimidos en sustitución del audio que contiene un cd y se comercializan en forma de descargas digitales con calidad inferior al audio original. Estas prácticas se sustentan con la desinformación del consumidor musical a extremo de hacer creer que el mp3 confiere calidad superior para establecerlo como agente catalizador de ventas.

Las generaciones que están creciendo sin escuchar la resolución del cd están cada vez más habituadas al sonido comprimido de las descargas digitales. Jonathan Berger, profesor de música de la Universidad de Stanford, ha conducido una serie de experimentos donde los estudiantes califican diferentes formatos de audio al escuchar una misma canción. Las pruebas concluyen que la preferencia de los jóvenes es por el formato mp3 sin poder establecer deficiencias en la calidad de audio que normalmente se asocia con la música digital comprimida. Esta predilección es comprensible debido a que el proceso de digitalización del mp3 confiere un brillo adelgazante al sonido, perceptible en forma de siseo metálico de alta frecuencia que en ciertos equipos se confunde con fidelidad. Este efecto resulta engañosamente atractivo para oídos jóvenes acostumbrados a la estridencia unidimensional de los audífonos intra-auriculares asociados a la reproducción portátil. Esto no significa que el proceso de compresión confiera una virtud sónica superior, sin más, ilustra un aspecto de disposición adaptativa. Si bien el propósito fundamental del mp3 es la optimización cuantitativa. Hoy, su función está fuera de control en un público acostumbrado a escuchar el efecto colateral de una desviación tecnológica.

Una canción de tres minutos en formato mp3 ocupa un espacio de 5.48MB, la misma canción en calidad de disco compacto representa 30.2MB y en alta definición 98.8MB. En un ipod de 160GB caben 29,897 canciones en mp3, 5,425 en calidad de cd y 1,658 en alta definición. Esto quiere decir que para igualar el volumen que ocupa el formato mp3 se necesitarían reproductores de 881GB para almacenar la misma cantidad de canciones en calidad de cd y 2884GB para alta definición. Los dispositivos de reproducción que existen en la actualidad son estructuralmente compatibles y escalables para satisfacer esta demanda de capacidad. En respuesta, la industria de computadoras continúa con la dosificación en el procesamiento y almacenamiento de datos, estrategia que obstaculiza y descompone la dinámica lógica del avance tecnológico. Esto conduce a un sistema espiral donde las estratagemas de mercadeo acorralan la vanidad del consumidor a un callejón donde la salida se encuentra precisamente en el umbral.

Cuando se trata de estar al día tecnológicamente (una necesidad legítima para muchos) el público cautivo acude presuroso a las tiendas para comprar la nueva versión de reproductor multimedia cuya “atractiva” innovación es incrementar su capacidad de 120 a 160GB. Esta conducta de compulsión conformista por parte del insatisfecho consumidor es la principal razón por la cual las grandes empresas condicionan la actualización de sus productos. Diferir adquisiciones puede ser el motivador que la industria necesita para descongelar e implementar un deseable 1000% en capacidad y poder de procesamiento.

Todo lo anterior alimenta una contradicción notable: mientras los equipos de grabación de audio en los estudios profesionales están en el mejor nivel evolutivo en términos de fidelidad, alta resolución, conversión digital e integridad de procesamiento. El público consumidor recibe el producto que tanto se cuidó durante la producción musical en forma de un archivo mp3 de baja resolución, de menor calidad en comparación con la grabación original y en algunos casos, la ejecución artística comprometida por los procesos de compresión, siempre degenerativos cuando el objetivo es ahorrar espacio en el ámbito del audio digital.

Distintas encuestas realizadas a músicos, ingenieros de audio y productores musicales demuestran que los algoritmos de compresión digital usados en formatos como el mp3 en ningún caso son preferibles a la pureza de la alta resolución con la que inicialmente se graba al artista. De manera práctica, el audio de mediana resolución que contiene el disco compacto es suficiente, más no ideal, para satisfacer un grado de reproducción razonable y siempre superior al mp3 ya que no involucra compresión de datos agregada.

¿El mp3 mató al cd? En realidad no, su ocaso se debe a la propia disfunción y obsolescencia como medio físico asociado a los beneficios de la última generación de teléfonos celulares y reproductores multimedia. En otras palabras, si estamos de acuerdo que el cd acabó con el disco de acetato y la venta al público del primer quemador de cd da inicio a la verdadera piratería digital. Entonces la información contenida en los reproductores portátiles es el reemplazo del cd. La desaparición del disco óptico en todas sus formas, inclusive en dvd, se vislumbra inminente y tecnológicamente deseable. Lo importante de la música grabada en un cd no es el medio, sino el contenido en relación directa con los sistemas de reproducción cuya capacidad de almacenamiento y procesamiento aseguren descartar toda posibilidad de compresión.

La desarticulación del disco como medio universal de almacenamiento de música implica una secuencia de impactos a nivel conceptual y comercial ya que las definiciones de: tienda de discos, compañía discográfica, disquera, fábrica de discos, distribuidora de discos, etc. dejan de tener sentido o desaparecen en favor de otras clasificaciones más generales como: tienda de música y compañía de música. Este panorama transforma el modelo tradicional de tienda de discos en un sistema de prepago para descargas en línea dirigido principalmente al segmento de consumidores sin acceso al crédito. En el caso de las tiendas por internet, la oferta musical por medio de descargas de canciones compromete el concepto de álbum en el sentido que al consumidor le es más conveniente adquirir los temas de su preferencia de manera individual. Esta circunstancia, por un lado libera al artista de la obligación de presentar a la venta un álbum y por el otro, restringe el campo de acción de las “disqueras” a un plano menos atractivo al competir con alternativas integrales como tunecore.

Mundialmente, las ventas de discos compactos declinan año con año mientras las descargas digitales van en aumento. La predicción para finales del 2010 es que las ventas digitales encabezadas por tiendas en línea como itunes sean comparables a los cd´s. En México, se observa un comportamiento similar en la cadena de tiendas Mixup con la contracción de catálogo en sucursales a diferencia de la creciente oferta de descargas en la tienda Mixup Digital por internet.

Un aspecto en relación directa con la publicación de una obra musical es el arte visual que siempre ha vestido y reforzado el concepto de disco como un producto de doble interés. Los audiófilos consagrados evocan con orgullo las majestuosas portadas y demás sorpresas incluidas en los acetatos. Otros, ya extrañan las originales opciones de empaque y diseño gráfico que han caracterizado la estética de todo lo que rodea al disco compacto. En el mismo sentido, la adquisición de canciones por medio de descargas digitales pone en riesgo el vínculo que la imagen ha tenido con el concepto general del artista musical.

A 15 años de existencia comercial, el mp3 ha dado de sí como un formato de cohesión tecnológica en la recta final de funcionamiento razonable. Su influencia actual induce confusión y bloquea la evolución normal que tiene la reproducción del audio digital. Estamos en una etapa de transición hacia una forma más pura de representación musical en auténtica alta resolución, sin intermediarios.

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